
REORDENADO

CASONA UNAB
Lo que se rompe antes de tiempo perdura en cualquier aproximación
Ordenado, adj. Sujeto al orden, como un sedicioso colgado de un farol.
Ambrose Bierce/El diccionario del diablo
Hay hilachas y líneas e impulsos que recorren una frecuencia acumulada, hay
encuentros y desencuentros, cosas que se rompen y se aproximan y puñales afilados
que desfiguran las telas y destajan los colores y las formas. Una nueva duplicidad de
soles, una alteridad acorde con la sensibilidad contemporánea. Una reformulación, en
definitiva, actual y compleja de la idea del espectador/merodeador/antagonista, y
alejada en lo posible de la obra como única frontera. Se reordenan los materiales y se
combinan, se entrecruzan y se fragmentan y nos permiten explorar y construir ahí una
red analógica de símbolos personales, una aventura propia. Sea lo que sea en voz alta
siempre suena más difícil. La creación del signo/obra implica la intervención y el
andamiaje no solo de la materia, sino también del vacío entre sus partes y a su
alrededor. En ese espacio en blanco habita el origen, el caos, las nuevas
percepciones sobre lo roto. A partir de retazos y de la fuerza con que se agrupan, de
formas orgánicas o abyectas, texturas contrastantes o superficies diversas,
composiciones abiertas, volúmenes que se conjugan y que desafían a quien se les
atraviesa, la obra de Esteban Mantilla replantea la relación entre objeto, espectador y
mundo.
En Reordenado encontramos nuevas disposiciones, elementos que nos permiten
desfigurar nuestro presente y enfrentarnos a la obra como cocreadores, como enlaces
entre las diferentes partes del cuadro final. En este conjunto de anomalías hallamos
una confluencia perfecta de la intención poética, artística y metafórica de Mantilla, una
serie que nos presenta trabada de una suerte de sincretismo que hay en las propias
cosas, las que se ordenan y se desordenan, las que se reagrupan solas y mutan y en el
tiempo que en ellas nace y se desarrolla la extrañeza. Reordenar entonces la luz
interna, la que alumbra el farol en la que se ahorcaron las viejas formas, apuñalar el
tedio, la misma sombra de siempre, arriesgarse a entrar, a dejar de ver para observar,
para olvidar quizá, para reaprender, para librarnos de las llamas del fuego eterno. Para
saltar a ellas.
John F. Galindo